Yo era tan diminuta que jamás me di cuenta cuándo comencé a crecer, y es que, entre un rincón obscuro poco a poco iba agarrando forma, me encontraba ahí en la esquina de la sala, donde las personas suelen entrar y estar, un lugar social, pero yo, estaba escondida en una esquina, debajo de la escalera, era un lugar pequeño y obscuro, rara vez podía ver la luz, esto ocurría cuando el sol filtraba por el gran ventanal un rayo de luz, este rayo de luz chocaba con un espejo hermoso con un marco de madera de cedro y al hacer el reflejo justo en la hora exacta por la mañana, es cuando podía observar a la propia vida. Fue ahí cuando me di cuenta de mi existencia, y de lo grande que estaba, despegue mis patitas lentamente de mi cuerpo, y en un brinco pequeño logré incorporarme, luego me sacudí y pude sentir mis manitas, parpadeé varías veces y me llevé las manos a los ojos, lo hice de la misma forma que había observado desde lejos a los humanos, justo cuando se despertaban llevaban sus manos a la cara y hacían un gesto con la boca. Intenté repetirlo.
Hasta antes de esto, siempre creí que era una especie de pensamiento, un ente que podía ver, y observar, pero que estaba quieto e inmóvil y siempre creí que no tenía vida, hasta hoy, gracias a ese espejo que me brindó un rayo de luz.
No sé por dónde ir, ni por dónde comenzar, no tengo amigos y no sé si los tendré, me da miedo eso que llaman viento, he visto como las hojas salen volando a lo largo del jardín. ¿Y si me pasa lo mismo? ¿y si al caminar por un rumbo desconocido me desvanezco y desaparezco? No lo sé, solo sé que ese rayo de luz me dió vida y lo único que quiero hacer es explorar, y comenzar por fin a vivir.