Aprendí a volar mientras caía en el abismo

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Escrito por

Jess Pérez

Hace mucho tiempo que no escribo, hace mucho tiempo que dejé de leer con la frecuencia que tenía, hace tiempo que dejé de mirar por la ventana mientras llovía, hace mucho tiempo que dejé de darme cuenta quien era y solo me aventé a un abismo inmenso de nuevas cosas, fue una larga caída, no sabía cuando iba a parar.

¿Alguna vez han tenido ese sentimiento de estar en la playa y sentir que apenas pueden controlar una ola del mar, cuando la otra ya está llegando? Pues así me sentí todo este tiempo, tratando de resolver cada paso que daba, y mi fuerzas para lograrlo estaban muy débiles. No entendía qué pasaba. Todo el tiempo lo había deseado, tanto tanto, pero no entendía.

En medio de esa tempestad, de brisas, de silencios, y tazas de café sin terminar, entendí que me había perdido, en medio de la luz. Esta vez era diferente, la obscuridad no estaba cerca de mi, ni me rodeaba, estaba en un lugar de luz, pero con una mente de tempestad…

La serenidad de una mente es lo más exquisito que pueda uno tener, esa dicha de sentir una paz, de no tener preocupaciones, de dar una pausa a la vida y darse cuenta que lo realmente importante es lo que tenemos dentro de nosotros. Nuestro propio ser, nuestra propia vida se resume a una serie de acontecimientos históricos que vivimos día a día, mismos que vamos construyendo al caminar, al mirar, al oler, al tocar; mismos que compartimos con las personas que más queremos.

Ha llegado un momento para respirar, una cuarentena que parece nunca terminar, pero en medio de esa pausa gigantesca que ha sacudido a todo mundo, en medio del caos y la tragedia que reside allá afuera, te das cuenta que dentro de ti, existe una tragedia aún más grande, darte cuenta de que tan privilegiados somos por tener libertar.

Aprendí a volar

¿Qué es la libertar? Qué significa ser libre, si no tengo con quién compartirla, si estás tan lejos de mi, a miles de kilómetros, cruzando todo un océano completo. Libertad piden mis pies para poder bailar por las calles de Madrid, libertad piden mis manos para tocar el viento que corre en los parques de algún rinconcito de Praga. Libertad necesita mi voz para hablar con las personas que quiero sin la necesidad de conectarme a través de una pantalla. Libertad de abrazar, de querer, de besar, de amar.

Dentro del abismo y la tempestad que la vida misma tenía, y mi misma vida arrastraba, he entendido un poco más de la vida. Vivir es una obra de arte, y hoy más que nunca, la tierra me llama, el agua del mar me pide a gritos, el sonido de las olas se sienten tan vibrantes en mis oídos. Y miro, y recuerdo, y siento, y extraño y me doy cuenta que jamás estuve al borde del abismo, que jamás estuve cayendo, solo crecí, de una forma inimaginable, crecí de golpe, porque la caída nunca fue caída, fue la sensación de un pájaro que aprendió a volar justo antes de estrellarse con las copas de los árboles.

Y hoy vibro, siento, y amo más que nunca. Hoy lo entendí, nunca caí, solo despegué con la fuerza y furia de alguien que quiere aprende a volar.

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