Autopistas, las hay pequeñas, angostas, largas, anchas, iguales, tediosas, aburridas, divertidas, las hay llenas de arboles, naturaleza, de palos secos, llenas de puentes y tapizadas de rayas continuas, separadas, líneas blancas y amarillas que se juntan y se separan cada que a su vista se aparece una curva.
Las autopistas, tan limpias y arregladas cuando pagas peaje, tan solas y miserables cuando son federales. Son un bella forma de conectarte contigo mismo y con tu conciencia.
Cuántas ideas en la mente no tenemos, de cuántas cosas estamos llenos, de cuántos recuerdos y de cuánto silencio necesitamos. Las autopistas, aunque en su mayoría de corto trayecto, las hay de horas eternas, de minutos y segundos, de días completos.
Las autopistas están llenas de niños, de gente mayor parada a medio camino porque se siente mal, de señores y mujeres que se les ha ponchado una llanta, de hombres con cámaras que se han detenido en el próximo mirador, de flores de colores, de animales, y de señas, miles y miles de señalamientos, 90 km, siguiente salida en 2km, curva, zona de curvas, próxima desviación, peligro, cuidado, etc.
También están llenas de pequeñas luces cuando la noche caé, de fantasmas, brillos, reflejos, de zummm, y runnnn por los autos que pasan tan cerca de ti, de luces constantes, alguien tiene prisa y debe llegar a casa, ha comenzado el fin de semana y su familia espera que llegue temprano, todos comerán juntos en el jardín, apresura el paso, coloca más peso y firmeza en el acelerador, y esquiva a medio mundo para llegar a tiempo.
Tiempo, el tiempo que tardaron en construirse todas esas carreteras, todas esas líneas, tan derechitas, tan planas, tan fuertes, tan cortas y largas.
Las autopistas, una delicia cuando están solas, tan calladas pero salvajes, y un pánico cuando están repletas de neumáticos sobre ellas, calientes, abochornadas por el movimiento, quemantes por la velocidad minima.
La autopista una increíble construcción que no crece en altura pero si en extensión…