El Principito, es una novela corta, del famoso escritor Antoine de Saint-Exupéry, un gran libro que trae recuerdos para mi, y grandes enseñanzas sobre la amistad, pues en variadas ocasiones, uno sufre al estar lejos de sus amigos, de aquellos con quienes has compartido grandes historias y aventuras a lo largo de tu vida; pues solo esas personas tan queridas por ti, conocen bien tus males y virtudes.
Así como en la novela, El Principito adquiere conocimiento y sabiduría a través de sus amigos más allegados; nosotros a lo largo del tiempo adquirimos conocimiento y sabiduría acerca de la vida; pues tus amigos, leales y sinceros, siempre están allí para escucharte, aunque la distancia, y el pasar los años, estén presentes todo el tiempo. Cada que extraño a alguien muy especial, recurro a leer el libro, para recordar las historias del narrador y aquel niño que encontró en el desierto.
Otra de las cosas que creo muy importante, es la forma en la que nos vamos convirtiendo con el paso del tiempo, cuando de adultos olvidamos lo que nos gustaba y hacía feliz de pequeños, tal vez por el camino que tomamos durante nuestra vida y las buenas o malas lecciones de la misma, por la poca o mucha sabiduría que hayamos adquirido hasta llegar a ser adultos. Pues lo veo con algunas compañeras cercanas, que mucho se preocupan por cosas superficiales; de la misma manera que lo cuenta El Principito cuando sale a otros planetas y visita a quienes habitan allí; personas vanidosas, engreídas, y que todo el tiempo se quejan de sus males.
La amistad es muy valiosa para las personas, pero uno debe saber que no toda persona es un amigo, ya el mismo Aristóteles nos ha dicho en su ética a nicómaco, los diferentes tipos de amistad que puede haber entre los hombres. A veces, le damos más importancia a cosas que no lo merecen, o creemos que sí no tenemos, ésto o aquello, nuestra vida no tiene sentido.
Así, como el nuevo amigo de El Principito, había olvidado lo mucho que le gustaba dibujar, pues otras personas, ocupadas por su “arduo” trabajo le dijeron que no era lo suficientemente bueno dibujando, dejando de un lado aquello que le complacía, para ocuparse de lo que “según” las personas mayores es lo más adecuado; de la misma manera, veo a personas cercanas, quejarse del porqué nunca hicieron aquello que más les gustaba.
El Principito, siempre me alivia mis penas y pesares de aquellos amigos, que lejos se encuentran, pero de quienes aprendí cosas valiosas, pues recuerda que: “Sólo se conocen bien aquellas cosas que se domestican” (Antoine de Saint-Exupéry)