Son las 8:00 de la mañana. Hace mucho tiempo que no he visto el sol, ya no recuerdo como era, tampoco se lo que es sentir los rayos de luz en la cara. Hace mucho tiempo que no he visto llover, ni una gota, ni una nube en el cielo. Probablemente el estar tanto tiempo en un mismo lugar ha provocado que deje de observar. Hoy es un día importante, creo que por primera vez sabré que es lo que haré, por primera vez tengo la certeza de estar en el lugar correcto. La luz es cada vez más fuerte, traspasa por los vidrios de la ventana que da al vecindario viejo y escondido. No tengo prisa.
A pesar de todos los días tomar el autobús y dirigirme al otro lado de la Ciudad, nunca he visto las nubes. Se han escondido entre tanto edificio y cable, entre la gran muchedumbre. Tenía quizá 30 años cuando me encontraba recostada en el verde pasto recién cortado, miraba atentamente el ligero caminar de las nubes sobre el cielo, inmediatamente comenzó a llover. Suaves gotas tocaban el polvoriento suelo y calmaban la sed que a gritos pedía la tierra. Me he peinado y me he colocado mis nuevos pantalones vaqueros, busque la caja que se encuentra al fondo de mi habitación, saque mi perfume, coloque unas pequeñas gotas en mi cuello, y mis nervios estaban carcomiendo mis pensamientos, ¡Hoy será un buen día! solo faltan un par de horas. Recuerdo comenzar a correr e ir directo a mi casa. Jamás volví a ver el sol, ni las nubes, ni la lluvia.
Comencé a caminar hacía mi destino, y este se encontraba justo enfrente de mi. Entonces los movimientos flacos, los colores cambiantes la falta de nitidez en lo que veía, comenzaron a trasformarse, primero fueron cambios lentos, después situaciones completamente diferentes. Un lago, el color azul del cielo frente a mis ojos, frente a unos ojos que querían mirar todo para recordarlo, de nada sirvió, no había forma de enfocar el sentimiento. El tiempo comenzaba a cambiar dramáticamente. Corro en busca de un autobús que me ha dejado, alguien me persigue. Termino de colocarme mis pantalones vaqueros, me miro al espejo, no me veo reflejada, pero desde lejos veo cómo yo misma me estoy viendo en el espejo. Me confundo y sigo corriendo en busca del autobús. Lo alcanzo y comienza a llover. No veo las nubes, los edificios son muy altos, no veo el cielo este ha obscurecido. Recuerdo tener 10 años cuando me encontraba recostada en el verde pasto recién cortado, miraba atentamente el ligero caminar de las nubes sobre el cielo. Jamás he sentido la lluvia. Un trueno rompió el silencio, me di cuenta que no hay sonidos, todo el tiempo es un silencio abrazador, el trueno suena cada vez más fuerte. El autobús de una forma inexplicable me deja en un calle, enfrente un espejo, un vecindario viejo y olvidado.
Son las 8:01 de la mañana, despierto. Intento recordar pero se me hace tarde. Me pongo mi pantalón negro, es un día soleado con un cielo azul. Me voy a trabajar.